El Dr. Lawal Bakare es un
dentista nigeriano que en julio de 2014, creó la campaña de Twitter @EbolaAlert
en un intento de reclutar voluntarios que ayudasen a combatir la epidemia de Ébola
que devastaba su país. También pretendía divulgar información precisa, clínica
y epidemiológicamente relevante, que ayudase a la población a actuar de forma
correcta frente a esta terrible amenaza. Bakare, por ejemplo, proporcionaba
información de “cómo enterrar de forma segura y digna un enfermo con Ébola
posible o ya confirmado” o facilitaba links que daban acceso a las guías
clínicas y de prevención de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En pocos
días, @EbolaAlert tenía ya mas de 80.000 seguidores nigerianos (estábamos en
2014), tenía una amplia difusión en Facebook y era seguido también por la población
de los países cercanos. Es fácil imaginar el impacto positivo de esta campaña.
Sin embargo, también así se permitió divulgar la errónea y desacertada
información de que la” ingesta abundante de agua salada protegía a la población
del Ébola”: esto ocasionó dos muertes y varios ingresos hospitalarios.
Y es que cuando se valora el
impacto de las redes sociales en la salud, parece que, dada la estratosférica
magnitud del medio –ya comentada en el blog previo- dicho impacto es
inabarcable, al menos desde el punto de vista científico. Da la sensación de
que sus efectos, al ser algo imparable, deben ser asumidos sin más. Sin embargo,
como hemos visto, el uso de las redes sociales debe ser valorado en todos sus
aspectos: incalculable beneficio… pero a la vez un reto para la sociedad, que
debe combatir (o encauzar) sus posibles efectos nocivos –letales, a veces, como
hemos visto-.
Por ello, de acuerdo con la investigación científica reciente, ¿cuáles son los efectos del uso de las redes
sociales, tanto en lo que se refiere a la salud de la población, como la en la
relación de ésta con los servicios de salud?
En una revisión sistemática
reciente, publicada en 2016, se revisaron 1.743 artículos publicados, de los
cuales solo 22 cumplían los criterios de inclusión en el estudio que eran,
entre otros: datos experimentales originales, los usuarios de las redes
sociales eran pacientes, los efectos de las redes sociales estaban claramente
establecidos y el artículo cumplía los criterios de calidad adecuados.
Los autores, tras analizar toda
esta información, identificaron siete tipos de “efectos” de las redes sociales
en los pacientes:
1. “Empoderamiento” del paciente, definido como un incremento en la
capacidad de control eficiente sobre su propia vida, es decir, la posesión de
conocimientos, habilidades y conciencia de sí mismo necesarios para identificar
y alcanzar sus propios objetivos.
2. Incremento del bienestar subjetivo, ejemplificado en una “mayor
aceptación de su enfermedad”, un “descenso de la ansiedad” y un “aumento de la
sensación de normalidad”. Esto ha sido detectado en 12 artículos.
3. Sin embargo, en otras 6
publicaciones, se detecta exactamente lo contrario, una disminución de la sensación de bienestar subjetivo,
fundamentalmente debida a “desmoralización”, “malestar debido a feedback
negativos” e “incremento de la sensación de ansiedad”.
4. Aumento del bienestar psicológico, que se fundamenta en la mayor
facilidad para establecer relaciones personales positivas (“sensación de estar
conectados con otra gente”), con importante incremento de la percepción de
empatía o identificación con otras personas.
5. Incremento del la autonomía y el autocontrol, lo que incide
positivamente en la capacidad del paciente para tratar con su enfermedad, lo
que está relacionado con la “sensación de estar bien informado”.
6. Pérdida de privacidad, principalmente relacionada con la
publicación de contenido audiovisual.
7. Adicción a las redes sociales, especialmente por tener la sensación
de descuidar otras tareas por acceder a las mismas.
Tras analizar todos estos datos,
los autores concluyen con tres conclusiones:
a) Las redes sociales incrementan
el bienestar psicológico de los pacientes. Este efecto es mayor en aquellos con
baja autoestima.
b) Las redes sociales, ponen en
contacto al paciente con historias similares a la suya, lo que en ocasiones, disminuye
la sensación subjetiva de bienestar. Sin embargo, este efecto es menor –e incluso
opuesto- si el paciente expresa su estado, lo vierte en la redes, y por el
contrario se agudiza si solo se limita a buscar y leer historias similares a la
suya.
c) El “empoderamiento” del
paciente a causa de las redes sociales “equilibra” la relación con los
servicios de salud e incrementa la calidad de las decisiones clínicas.
Me pregunto si estas
conclusiones, tan heterogéneas, son aplicables a todas las sociedades; me
pregunto si cada sociedad tiene una respuesta diferente a la relación de las
redes sociales y la salud; y me pregunto qué medidas pueden mejorar u optimizar
esta respuesta.
Bibliografía.
1. Carter M. Medicine and the media: How Twitter may helped
Nigeria contain Ebola. Br Med J. 2014; 349-50.
2. Smailhodzic E, Hooijsma W, Boonstra A, Langley DJ. Social media
use in healthcare: A systematic review of effects on patients and on their
relationship with healthcare professionals. BMC Health Services Research. 2016;
16:442.
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