Cada uno de los pasos
que damos en nuestra vida se produce por un proceso de toma de decisiones. No
hay actividad, acción o situación que no suponga o nos someta a un proceso de
toma de decisiones. A poco que pensemos, nos daremos cuenta de que esto es así,
decidimos como hacer o como no hacer, por donde ir, qué comer y qué no, qué leer,
qué escribir… etc. Si bien, nos surgen dudas (en ciertos momentos “miedos”) de
si habrá sido muy rápida mi toma de
decisión y ello conlleve un mayor porcentaje de error.
Os paso un artículo muy interesante escrito por José de la Maza, profesor de Modelos para la Toma de Decisiones (ESIC Málaga) que comienza con con unas bonitas palabras del Papa Francisco I:
“[…] Yo desconfío de las decisiones tomadas improvisadamente. Desconfío de mi primera decisión, es decir, de lo primero que se me ocurre hacer cuando debo tomar una decisión. Suele ser un error. Hay que esperar, valorar internamente, tomarse el tiempo necesario. […]". Papa Francisco I.
Os paso un artículo muy interesante escrito por José de la Maza, profesor de Modelos para la Toma de Decisiones (ESIC Málaga) que comienza con con unas bonitas palabras del Papa Francisco I:
“[…] Yo desconfío de las decisiones tomadas improvisadamente. Desconfío de mi primera decisión, es decir, de lo primero que se me ocurre hacer cuando debo tomar una decisión. Suele ser un error. Hay que esperar, valorar internamente, tomarse el tiempo necesario. […]". Papa Francisco I.
"En este siglo XXI de la
velocidad, la transparencia y el conocimiento
inmediato, tomar buenas decisiones sigue siendo una capacidad clave para
cualquier profesional. Todos conocemos ejemplos de profesionales que toman
buenas decisiones de forma habitual, aunque eso no les exima de cometer errores
como cualquier ser humano. También podemos pensar con toda seguridad en
profesionales que deciden rápido, de forma casi automática, como norma
habitual.
En los últimos años se
ha profundizado enormemente en el conocimiento de la actividad cerebral y se
han desarrollado “nuevas ciencias”, como el neuromanagement (consiste en
aplicar la neurociencia a la gestión empresarial, estudiando todos los procesos
neurofisiológicos que intervienen en la toma de decisiones +
info :http://www.institutoneuroart.org/events/seminario-neuromanagement/) y la
economía conductual o del comportamiento, con una gran difusión gracias a
libros que se han convertido en auténticos superventas.
Así, según nos explica
el primer Nobel en Economía no economista, Daniel
Kahneman, existen en nuestro cerebro dos sistemas interdependientes para
organizar el conocimiento a los que llama “sistema 1″ y “sistema 2″. El sistema 1 es rápido y lo utilizamos
para reconocer rostros, imágenes o frases. Las decisiones con base al sistema 1
son intuitivas. El sistema 2 es el
proceso racional y voluntario de ‘darle vueltas a un tema’, analizar sus pros y
contras y tomar una decisión en base al análisis más o menos crítico de
hechos y evidencias. Pero el sistema 2 es lento y más vago que el sistema 1,
que es el sistema por defecto, ya que nuestro cerebro está organizado para
economizar pensamientos. Cuesta, por tanto, activarlo, y hacerlo funcionar de
forma efectiva requiere tiempo y voluntad.
Por tanto, hoy sabemos
que la decisión rápida es intuitiva y está a cargo principalmente del sistema
1. Esto no quiere decir que debamos aplicar el proceso racional, lento y
elaborado, de toma de decisiones a todas las decisiones que afrontamos. Cada
vez es más importante separar las decisiones en aquellas sistemáticas, con
mucha información y recurrentes, que podemos dejar a nuestro sistema 1 resolver
fácilmente y aquellas que precisan más reflexión y, por ende, tiempo.
Igualmente, será útil conocer nuestro perfil decisor: ¿somos personas
reflexivas y nos cuesta tomar decisiones inmediatas o, al contrario, y lo que
nos cuesta es pararnos y analizar alternativas en profundidad?
Dar más valor al tiempo
en nuestros procesos de toma de decisiones nos permitirá hacer trabajar al
sistema 2. El clásico ‘consultar con la almohada’ nos permite tener claridad
mental para tomar la mejor decisión, ya que está comprobado que nuestra
actividad cerebral continúa durante la noche, así como el papel clave del sueño
y el descanso para rendir profesionalmente. Responder excesivamente rápido a
cualquier cuestión nos convierte en seres reactivos, y difícilmente añadiremos
todos los factores relevantes a la decisión que, sin duda, surgirán con algo de
tiempo, reflexión y claridad mental.
Con tantas decisiones que tomar en nuestro día a
día aprender a priorizarlas y tomarlas de forma efectiva es clave para el éxito
profesional, pero también puede serlo para nuestra felicidad personal."
El clásico "El arte de la Guerra" de Sun Tzu, libro de estrategia con muchos puntos aplicables a la gestión, habla sobre la rapidez como factor esencial a la hora de tomar decisiones y adelantarte a tus adversarios
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