lunes, 13 de marzo de 2017

LA CONSULTA DEL DR. GOOGLE

Han pasado ya cinco años. Hace cinco años un titular del periódico “El País” (el 30 de julio de 2012) nos informaba de que “El Dr. Google abre su consulta”. Allá por aquellas fechas se informaba de que:


- Dos tercios de los pacientes “ya tienen otro referente”,
- Una encuesta del año 2011, realizada por el Observatorio Nacional de Telecomunicaciones (ONTSI) destacaba que el 30% de los usuarios consultaba internet antes de acudir a un profesional sanitario; un 55% lo hacían después.
- Este comportamiento era percibido como “muy favorable” por un miembro de La Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFyC).

- Ya se apuntaba lo obvio: la falta de filtración de la información generada por internet. Y los expertos sugerían (y el 78,2% de los pacientes demandaban) una medida para minimizar este efecto: “prescribir” webs de información fiable”.


Según informaciones más recientes, una encuesta similar realizada por el mismo organismo en 2016, mostraba que “los usuarios de Internet que realizan consultas médicas por Internet en España han aumentado más de 20 puntos desde 2011”.

Afortunadamente, en el mismo estudio se informa de que “acudir al centro de salud sigue siendo la primera opción del 88,7% de los internautas españoles que, además, lo consideran como la medida más fiable, con un grado de confianza del 92%, para obtener información, más de 50 puntos por encima de la confianza online (38%)”.


A  día de hoy, si buscamos algo tan impactante, tan emotivo y tan complejo como “curación del cáncer”, la búsqueda, en Google, en 0,47 segundos, nos arroja un total de 1.010.000 resultados. Una “mala digestión” de toda esta información puede tener consecuencias muy negativas para paciente y familia. Recuerdo que hace algo más de una década, no era excesivamente infrecuente que algunos pacientes mostrasen reticencias a ser intervenidos vía laparoscópica, a pesar de que su cirujano se lo recomendase. Las razones solían ser que el paciente “tenía otro referente”, que solía ser un familiar, otro paciente e incluso el vecino… En tiempos más recientes, ese “otro referente”, el Dr. Google,  puede ser gigantesco, estar disponible 24 horas al día y 365 días al año y brindar respuestas inmediatas. No obstante, este referente puede ser muy beneficioso. Bien filtrada, bien orientada, la información siempre es de gran ayuda, vital para el paciente, importantísima para el profesional sanitario.



Quizá por ello, la visión de “tan peligroso aliado” supone para el profesional, una mezcla de aceptación y recelo. Internet, multiplicándose a sí mismo mediante las redes sociales, puede ser un canal para fomentar la relación médico-paciente a la vez que facilita la comprensión de diagnósticos y tratamientos por parte de los usuarios. Pero también puede ser un enemigo, una fuente de desinformación, de dudas injustificadas, de desconfianza sin fundamento, de decisiones desacertadas y de ansiedades innecesarias.

Por tanto, para consultar al Dr. Google, para obtener beneficio de sus consejos, debemos “explicarle bien la consulta”, o sea, intentar obtener la información de las fuentes más fiables (¿cómo saberlo?) y menos sesgadas (¿cómo saberlo?). Según el ONTSI, casi el 60% de los usuarios realizan consultas a “Otras web privadas” para obtener información sobre salud, si bien -y esto, creo, es positivo- alrededor de un 40% visitan Webs institucionales y Webs de publicaciones médicas.
Pero podríamos extendernos mucho más. Podríamos analizar nuevos fenómenos generados por el Dr. Google -no sabemos si anecdóticos ya que están escasamente analizados- como la llamada “Cibercondria” y toda la angustia innecesaria y desinformada que puede generar. O el llamado “Intrusismo del Dr. Google”, en el que los pacientes relacionan de forma equívoca términos médicos hallados en internet con su patología, generando distorsiones en su proceso terapéutico y en la relación con los profesionales sanitarios.


En definitiva, creo, se trata de un tema de impresionante calado, y para el que, después de casi 20 años de experiencia como cirujano, carezco de respuestas. Quizá el lastre de mi incorporación tardía a Internet y su mundo requiera que necesite formarme para encarar esta cuestión. Hasta el momento, solo se que es un tema que me preocupa, a la vez que me apasiona.

Una de las preguntas del Examen MIR (Médico Interno Residente) 2016, se refería a si los médicos debían aceptar o no a los pacientes como amigos en las redes sociales. La respuesta correcta era «no» pero, lo reconozco, no se si sería la acertada a día de hoy.




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