Comenzaba Aristóteles su obra Metafísica: "Todos los hombres desean, por naturaleza, saber". Cuando comenzamos el XXI Diploma de Especialización de Gestión Sanitaria, la mayoría de nosotros manifestamos que nuestra aspiración era ampliar nuestros conocimientos y mejorar en el desempeño de nuestra profesión. Esa es la esencia de la formación. Pero, ¿por qué los profesionales se forman, qué les mueve a ello: Para mejorar sus conocimientos, mantener sus puestos de trabajo, medrar en lo profesional, incrementar sus salarios...? Y, por otro lado, en el sector público hay más oportunidades de formación que en privado.
El mercantilismo de la formación
El espíritu que inspiran la normativa española relativa a la formación continua se sustenta en la formación como objetivo estratégico empresarial y objetivo clave para la mejora del empleo y el desarrollo profesional y personal del trabajador. Una organización será más competitiva cuanto mayor sea la formación de sus trabajadores. Lo ideal es que el enfoque de la formación sean los resultados y las necesidades de las empresas. La realidad es bien distinta. Es el mercado y sus modas marcan la oferta y la demanda. La formación debería identificar las competencias que son imprescindibles para cada puesto de trabajo. Igual de óptimo sería que el fin fuese el beneficio del conjunto de la organización. Los múltiples títulos y cursos que completan los currículum sólo son útiles si se aplican en el desempeño de nuestras ocupaciones.
En las sanidad pública andaluza también subyace la importancia de la formación para dotar a los profesionales de las cualificaciones y competencias adecuadas que refuercen su empleabilidad. El Plan Estratégico de Formación Integral del Sistema Sanitario Público de Andalucía (2009) fija el Modelo de Gestión por Competencias como eje vertebrador de la estrategia de gestión. Se parte de la premisa: "Las competencias profesionales adecuadas son el cúmulo de conocimientos y habilidades sobre una fuerte base de actitudes". El papel lo soporta todo. Actitudes que teóricamente surgen de personas motivadas en un desarrollo profesional individual, atractivo, sugerente y satisfactorio. Pero, realmente, ¿están motivados nuestros profesionales? Y si lo están: qué les mueve a formarse. Según recoge el citado plan estratégico, el Sistema Sanitario Público de Andalucía (SSPA) es el agente con mayor actividad y presupuesto de formación continuada de profesionales sanitarios en España. Es la EASP donde se responde al desarrollo de competencias de gestión y salud pública. En 2015, su principal cliente fueron los profesionales del SSPA, sobretodo provenientes de enfermería y la medicina.
Los trabajadores de lo público tienen mayores oportunidades de formación que los del sector privado.En lo privado son menos las empresas participantes en políticas formativas, más aún si se trata de PYMES. La legislación laboral y el deterioro de la negociación colectiva son grandes culpables de ello. Las cláusulas en materia de formación están menos presentes en el ámbito privado, pasando del 40 por ciento en los convenios de este ámbito en 2013; al 37,5 en 2015, según la Memoria sobre la Situación Socioeconómica y Laboral de España 2015 del Consejo Económico Social.
La cultura de la inmediatez
En la práctica, la verdadera esencia de la formación queda eclipsada por la cultura de la inmediatez. Para la mayoría de las empresas el principal fin para apostar por la formación es mejorar la cualificación básica de sus trabajadores. Así compensan las deficiencias de formación de su personal. Para las organizaciones privadas, por ejemplo, es mucho más importante invertir en cursos de adaptación a cambios legislativos, que a la adaptación de los cambios técnicos que ellas mismas implantan. El último motivo que mueve a un trabajador a la formación está relacionado con su carrera profesional.
La formación no es una alternativa de la que se pueda esperar una mejora de las condiciones laborales. Los datos que arroja el Instituto de Estudios de Evaluación, Economía y Empleo ahondan más en este sentido. Lo normal sería que la mejora en la cualificación del trabajador se tradujera en mejoras de sus condiciones. Pero son muy pocos los trabajadores que después de haber recibido formación han mejorado en sus puestos de trabajo (sólo el 22,5 por ciento). Si hablamos de sueldos, la percepción es aún menos optimista: para el 85 por ciento la formación incide "poco o nada" en mejoras de sus retribuciones, tipo de contrato y jornada.
La formación no planifica, se necesita
El mantenimiento del empleo es el verdadero motivo que mueve a trabajadores a apostar por la formación. Así se recoge en la Evaluación de la formación profesional para el empleo dirigida prioritariamente a trabajadores ocupados en el marco de la iniciativa de demanda de la Fundación Tripartita para la Formación en el Empleo. A pesar de todo, la percepción subjetiva de un trabajador es que la formación ayuda poco a conservar su puesto. Desde la perspectiva de las empresas, el sentimiento es que contribuye escasamente a mejorar la competitividad. No supone mejora de la calidad. Es en la productividad, en los resultados contantes y sonantes, donde sí incide la formación.
La formación no planifica, se necesita. Apremia acudir a la formación como salvavidas ante una contingencia. Responder sobre la marcha ante el surgimiento de un problema mercantilista o de productividad. Acción-Reacción, como teorizaba Newton en el campo de la Física. Que la formación sea el medio y no el fín. Acciones formativas con una adecuada duración, de carácter integral, presencial y práctica. Acciones frecuentes y continuas para que verdaderamente tengan incidencia en términos de competitividad y de desarrollo profesional y personal.
(Viñeta de Forges)
Enhorabuena por el post Iván, muy interesante. Pienso que muy pronto se abrirán las puertas a nuevos modelos de enseñanza-aprendizaje con nuevos modelos, nuevas técnicas didácticas y herramientas, que nos darán mucho debate ante nuestra capacidad de adaptarnos y saber implantar nuevas competencias a la gestión sanitaria
ResponderEliminar